ENTREVISTA CON... Neil Silberman
Neil Silberman es actualmente coordinador de
proyectos e iniciativas políticas del Centro para el Patrimonio y la Sociedad
de la University of Massachusetts-Amherst (EEUU), y uno de los fundadores del
mismo. Es también
profesor del Departamento de Antropología de la citada universidad y presidente
del Comité científico Internacional sobre Interpretación y Presentación del
ICOMOS. Igualmente, es editor y
co-editor de diversas revistas como Oxford Companion to Archaeology o Heritage
and Society. Como
autor prolífico, ha escrito libros sobre la historia y política de la
arqueología del Cercano Oriente, más de 50 artículos en revistas y ha
participado en la edición de diversos libros de distintas temáticas
relacionadas con la arqueología.
Hola Neil,
“Percepción e Interpretación” es
probablemente el cajón de sastre de esta conferencia, lleno de temas que
tratar. Eres muy crítico con la forma tradicional de interpretación y comunicación
unidireccionales del patrimonio, como si se tratase al público como una audiencia
pasiva. ¿Cuáles son, en tu opinión, las razones de ello?
Las historias únicas me ponen
nervioso, especialmente cuando proceden de ‘arriba’.
En el patrimonio, hay una tradición de interpretación “experta” que puede ser
empleada para inculcar lo que Laurajane Smith ha llamado el “Discurso
Patrimonial Autorizado”- y la interpretación ortodoxa de un sitio o un paisaje
que santifica un sistema concreto de poder y de status quo socio-económico.
En su fascinante charla en TED
(que merece la pena ver si no la conocéis), la escritora nigeriana Chimamanda
Nogozi Adichie nos ha advertido del peligro de una única historia —no solo
porque contiene un mensaje ideológico sutil y sin embargo poderoso, sino
también porque deshumaniza y deja invisible a aquellos grupos e individuos
cuyas historias no se cuentan.
Ese tipo de borrado es un efecto poderoso
de la historia única, tanto si se cuenta por un gobierno totalitario como por
el alcalde de una ciudad pequeña. Debemos recordar que el pasado no tiene una
importancia objetiva única sin referencias al presente, y en el Patrimonio como
en la política, cada individuo tiene una perspectiva única sobre cuál es su
relevancia. Ninguno de nosotros somos recipientes vacíos que necesitan ser
rellenados con la certeza ideológica del relato de otra persona. La reflexión
sobre el pasado necesita tomar la forma de un debate público, no de un monólogo
monótono.
La construcción de la imagen
pública del patrimonio tiene mucho que ver con percepciones e interpretaciones
que están muy fuera de nuestro control hoy en día (la televisión, la publicidad,
el turismo, la política, etc.). ¿Estamos preparados para formar parte de ello?
En cualquier caso, ¿Deberíamos hacerlo?
Tengo que disentir con las dos
premisas de esta pregunta: 1.) que la imagen pública del patrimonio está muy
fuera de nuestro control y 2.) que hay alguna posibilidad de que nosotros- como
académicos, profesionales, o solo respirando podamos alguna vez ser
completamente ajenos a la cultura pública. Ambas ideas, estoy convencidos, son
prueba de cuánto estamos inmersos en la cultura contemporánea, incluso cuando
pensamos que estamos haciendo investigación “pura” y que no nos involucramos en
cosas como el turismo, los vídeos publicitarios y las películas nacionalistas.
Definitivamente tenemos control
sobre la imagen pública del patrimonio que es lo que hacemos o lo que
permitimos que sea. Me enfurezco cuando veo a arqueólogos explotando la imagen
de Indiana Jones para conseguir voluntarios o financiación. Esa imagen del
intrépido aventurero recuperando tesoros de un reino de oscuridad y de bárbaros
amenazadores que no pueden alcanzar la verdadera relevancia de los objetos es
una desagradable figura imperialista. Podemos y debemos hacer frente a esa
imagen, utilizando todos los medios digitales a nuestra disposición para animar a la gente a
crear nuevos personajes e historias que representen la importancia que tiene el
pasado para ellas.
Tratar con las imágenes populares
del pasado es un camino complicado. El Patrimonio Mundial debería estar a la
cabeza de la gestión y por tanto, debería tratar estos temas. ¿Crees que los
sitios están actualmente trabajando sobre la interpretación inclusiva y
estrategias de difusión?
Desafortunadamente, no. Como los
sitios Patrimonio Mundial de la UENSCO son nominados por Estados parte, es
improbable que expresen valores locales o personales más que el prestigio de
los Estados-Nación modernos a los que pertenecen y resulta difícil imaginar que
alguna vez conmemorarán las ideas y los hechos que son abiertamente hostiles
para el Estado concreto. Obviamente, eso deja fuera a un gran porcentaje de la
experiencia humana. Pero hay otro obstáculo incluso más poderoso que superar.
La forma física del sitio Patrimonio Mundial moderno, con sus límites
claramente dibujados y su zona de amortiguamiento (por no mencionar la puerta
de entrada y la taquilla para las entradas), es una construcción que está
conscientemente separada de los conflictos y las incertidumbres del presente.
En muchos casos es un lugar de huida del presente, un lugar de ocio nostálgico.
Frecuentemente, en los países desarrollados de forma especial –aunque no
exclusiva-, los miembros de las comunidades locales ven estos sitios como
lugares modernos de empleo y generación de ingresos, hechos parar servir a los
sueños de otras personas. La interpretación inclusiva debe incorporar el
vínculo entre el pasado y el presente; las estrategias de difusión solo son necesarias cuando hay algo “externo” que
los locales deciden que deben alcanzar. Necesitamos un nuevo paradigma
multivocal para el Patrimonio Mundial —y de cualquier otro tipo.
El documento de Nara+20 indica
que “Aquellos con autoridad para establecer o reconocer la importancia, valor,
autenticidad, tratamiento y uso de los bienes patrimoniales tienen la
responsabilidad de involucrar a todos los agentes en estos procesos, sin
olvidar a aquellas comunidades que tienen poca o ninguna voz”… De acuerdo con
algunas afirmaciones, el concepto de autenticidad ayuda a conceder incluso más
autoridad a los profesionales del patrimonio, ¿cuál es tu postura en relación a
este tema?
El concepto de Autenticidad es un
tipo de máxima moral absoluta como “belleza”, “verdad” y “justicia” con los que
hemos aprendido a ser muy cautelosos. En el momento en que se hacía un borrador
de la Convención de Patrimonio Mundial a principios de los 70, la teoría
conservacionista europea y norteamericana, que privilegiaba un concepto
concreto y altamente materialista del patrimonio, reinaba suprema. Entonces
apareció el Documento de Nara de 1994 y dijo que las nociones de autenticidad
podían ser distintas en diferentes contextos culturales. Aquello fue una gran
novedad, pero todavía necesitó los servicios de expertos en cada área cultural
para atestiguar la autenticidad de un sitio. En la formulación del reciente
texto de Nara+20, en el comité de redacción reconocimos que incluso dentro de áreas
culturales características las ideas sobre la importancia del patrimonio son
enormemente variadas y en constante evolución. Puede ser quijotesco esperar que
las instituciones culturales oficiales con autoridad local respetarán
voluntariamente las perspectivas de aquellos agentes que no tienen poder- pero
es parte de una nueva aproximación que busca animar la discusión pública sobre
la relevancia del pasado, no reprimirla.
En relación con la última
pregunta, en tu blog Searching for
Authenticity consideras que “[la autenticidad] no es inherente al lugar o al objeto sino que más bien produce una
sensación de continuidad y familiaridad con los valores, algo que desencadena
una respuesta y una conexión profundamente emocional” (Silberman 2014). ¿Puede
el cambio en estos lugares u objetos todavía crear ese sentido de continuidad?
¿Son estos sitios necesariamente conservados para producir tales respuestas?
¿Son esas emociones mercantilizadas y adaptadas a ideas “populares” de esos
sitios por la industria turística?
En primer lugar, tenemos que
dejar de pensar en el patrimonio como las cosas que son necesariamente
continuas con el pasado. Dejaré de lado la pregunta sobre mercantilización
turística, ya que es un fetichismo de la creencia de que el patrimonio es tanto
continuo como estático-y que puede ser adquirido en forma de representaciones “tradicionales”
de bailes, artesanías y comidas exóticas. En el mundo contemporáneo, el cambio
es a menudo tan extenso y trascendental que destruye la continuidad, y eso es
algo de lo soy cada vez más consciente. Las definiciones tradicionales de
autenticidad patrimonial excluyen todo lo que es dis-continuo, por ejemplo, los
parques temáticos recientemente construidos
y un paisaje de relucientes rascacielos en el lugar donde alguna vez la
arquitectura vernácula estuvo. Ciertamente hoy la gente busca desesperadamente
una conexión emocional más profunda con los lugares donde viven y trabajan,
pero esto se alcanza de forma cada vez más común a través de las fraudulentas autenticidades
de los barrios comerciales históricos por un lado; y de la insistencia
fundamentalista, demasiado común, sobre la pureza cultural por varios grupos nativistas
por todo el mundo, por otro. Es claro que la autenticidad no es heredada sino
atribuida. Como sugieres, la atribución puede ser superficial o kitsch. Sin embargo, mi interés estos días va más
allá de si la “autenticidad” es genuina o mercantilizada. Es: ¿qué indican las circunstancias socio-económicas más
profundas de “un sentimiento de continuidad y familiaridad”?
Por tu larga trayectoria
trabajando en este tema, ¿cuál crees que es el tema más actual sobre el que
centrarse hoy en día?
Referencias:
- ICOMOS (2014): NARA+20: On heritage Practices, Cultural Values, and the concept ofAuthenticy. [10/04/2015]
- Silberman, N. (2014): The Search Goes on, but… 25 de abril de 2014. Searching for Authenticity: Field Notes from a Globalized and Tribalized World [online] [10/04/2015]
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