Jaime's rant... Octubre: Enriquecimiento

Valparaíso, Patrimonio Mundial de Chile
Hoy inauguramos una pequeña sección que esperamos os anime a participar con vuestras opiniones en estos temas. No queremos que el congreso se quede en Mahón el año que viene, dentro de un contexto académico, sino que poco a poco todos vayamos participando, opinando y compartiendo inquietudes entorno a la gestión del Patrimonio Mundial y su impacto en las personas.
Este mes de octubre está dedicado al tema «Enriquecimiento» y, por tanto, el potencial del Patrimonio Mundial para generar riqueza. En esta sección, que he querido bautizar como «Jaime's rant» («La crítica de Jaime» por traducirlo de algún modo) daré mi opinión personal (y no necesariamente compartida por el congreso) sobre estos temas, siempre desde una perspectiva crítica, con el ánimo de que contestéis, bien apoyando o criticando mis razones. En el debate está la riqueza.

Graffiti en Valparaíso, $hile
Estoy recién aterrizado de un viaje a Chile, donde he tenido la oportunidad de participar en el TAAS, uno de esos congresos que escasean, donde se debate de teoría desde la periferia. Además, ya que estábamos por allí (desde España son 14 horas de vuelo) hubo que ejercer de turista y Valparaíso era una parada obligada. Saco esto a colación porque como buen conato de gestor, me intereso por la gestión y me empapo de ella allá por donde voy, en esos pequeños detalles que marcan la imagen oculta de una ciudad (o un sitio).
Entre estos detalles está el comer. A uno le recomiendan el mercado y resulta que el terremoto de 2011 lo dejó inservible y ahora hay varios sitios desperdigados en el entorno. En concreto, cinco restaurantes se han asociado en un local cercano para continuar trabajando. La gobernanta de uno de ellos nos cuenta sin preguntarle demasiado que el ayuntamiento les ha dado la patada después del terremoto y está dejando caer el mercado mientras desvía los fondos para su recuperación en otras obras de más importancia. «¡Patrimonio!» Suelta de repente en un suspiro. No le ha servido de nada...
Seguimos andando y nos encontramos un barrio abandonado, con edificios en ruina y un grado de degradación social importante. Al mirar el plano que hay en el cruce donde se especifica el área protegida por la declaración de la UNESCO, resulta que estamos dentro. Con los cerros pasa algo parecido y sólo el turismo (hostales y restaurantes) y los graffitis parecen revitalizar un poco el entorno.
Me llama la atención un solar que hay en una de las calles principales. En él encontramos un ejemplo de sacralización y patrimonialización comunitaria de un espacio traumático. En él, una especie de altar juega con las palabras con un fondo claramente crítico hacia la gestión de la ciudad. Cuatro personas murieron en 2007 tras una explosión de gas en el inmueble que ocupaba ese espacio y la herida sigue abierta, parece que algo tiene que ver con el patrimonio, o debería. Mientras, la gente les pide cosas, santificados, y parece que se van cumpliendo. Para mi empieza a cobrar más valor este patrimonio que el institucional. Parece que a la gente también le enriquece más.
Si el gestor de Valparaíso lee esto, que por favor nos explique qué pasa. Yo sólo he visto pasar un camión-taller del trolebús que decía «Patrimonio de Valparaíso».

Altar de la Humanidad del Patrimonio...
Una de las experiencias más enriquecedoras de mi vida ha sido trabajar en Etiopía. En concreto, Gondar, otra ciudad Patrimonio Mundial que recomiendo encarecidamente por su belleza... mmm esto es otro tema, creo. El caso es que en 2008 tuve la oportunidad de impartir un seminario sobre turismo cultural en la Universidad de Gondar que tuvo un éxito de convocatoria importante. Alumnos y profesores de Turismo y otras disciplinas afines abarrotaron el auditorio (unos 350) y una de mis primeras preguntas para ponerme en situación fue cuántos de ellos conocían y habían visitado los castillos (objeto de la declaración). A penas una decena de manos levantadas y perplejidad. «A nosotros nos enseñan a gestionar hoteles» pero nada de entender el por qué, o el para qué...
Así fui desarrollando el concepto del turista fantasma que llega y se va como un suspiro sin dejar nada en la comunidad. Parece que este modelo no se da sólo en Etiopía, sino que se repite en otros sitios Patrimonio Mundial y eso dice mucho de las consecuencias de una gestión ciega hacia las personas, o que mira solo a algunas.

Castillos en Gondar, Etiopía
En el lado opuesto están esos sitios verdaderamente revitalizados, donde el impacto parece positivo y la gente conoce, valora y participa de un patrimonio que va más allá de la comunidad, pero que se queda con ella (también). No puedo dar ejemplos, porque no he vivido ninguno, pero dicen que los hay.
Al final nos quedamos con el dinero, la faceta más crematística de un concepto de enriquecimiento que deberíamos llevar más allá del turismo. En estrecha relación con el concepto de valor que tanto seguimos discutiendo hoy, el Patrimonio Mundial no debe ser sólo una opción económica para un estado sino un medio para enriquecer a la sociedad, en lo económico, pero también en lo sociocultural. Dos caras de la misma moneda que con una buena gestión son inseparables.
Traer millones de turistas a un sitio Patrimonio Mundial no sirve de nada si son turistas fantasma y todo el beneficio queda en grandes multinacionales y o empresas estatales. Bien es cierto que tirando de la manta el impacto económico de un turista va más allá del gasto directo. La industria que se genera en torno al turismo y el movimiento que favorece el empleo, son determinantes, pero vienen de la mano de otras problemáticas.
En todo este proceso, el compromiso político es esencial. Cuando nos convertimos en gestores de un sitio institucionalizado, pasamos a formar parte de un engranaje político en el que no estamos acostumbrados a trabajar (al menos los que venimos del mundo de la investigación). Las normas del juego cambian y las presiones son múltiples. Además, la gestión se enfoca en el sitio y no en el conjunto, perdiendo una perspectiva esencial si queremos darle una vertiente social a nuestra gestión. Una gestión comprometida requiere más de lo esencial y muchas veces la Administración no permite llegar hasta ello.
Así volvemos a la política, a los modelos de gestión pública y a una casuística infinita. Desde el estricto (y limitado) control del Estado a opciones de participación privada y/o comunitaria, no existe una solución cien por cien satisfactoria, pero los casos que veamos durante el congreso nos tienen que ayudar a debatir fórmulas que permitan a todos beneficiarse del Patrimonio Mundial.


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